Soy un tipo cualquiera, más allá de algunas extravagancias, soy un tipo cualquiera. Vengo por calle Vélez Sarfield, tranquilo gato con el auto de mi viejo. Vengo de llevar a mi hermana a lo de una amiga: se hacen las que laburan pero hablan al pedo todo el día, hasta la noche. No comen nada, son dos bolsas de huesos. Vengo medio loco, enchurrado, casi nunca manejo enchurrado; esta vez sí. Vengo pensando que “la X” pasa buena música, pero con ese mambo de que son socios con la UNL me cago de odio al escuchar todas las pasantías rentadas y la mar en coche que tienen que poner al aire con tal de que los dejen tranquilos después. Pasan linda música, copada. Bueno, en eso, vengo como pensando en nada, cuando se me cruza una bici y alcanzo a frenar. Pero tarde. Plaf! Se va de geta el conductor de la bici. Es una balón, de albañil, pero súper linda. Me quedo como un yogur helado en el volante, la gente se empieza a amuchar. Se escucha:
El tipo se le cruzó, el tipo se le cruzó. Otra señora dice: miren, ¡es Duhalde! ¿Qué decís?, grita la otra señora gorda.
Yo entro al fin en la realidad y me doy cuenta de que choqué a un tipo grande, panzón, vestido bien pero desarreglado, cabezón... Es Duhalde, boludo, me dice un chabón de la calle por la ventanilla del auto, es Duhalde, chocaste al chabón más groso en el negocio del río de la plata, ¡lo mataste!, remata. Me bajo del auto y los vecinos en ronda empiezan a aplaudir. Si, empiezan a aplaudir, me siento un torero que ha salido bien de su mejor faena. Le ha dado su merecido al muy puto toro, siento que me podrían decir. Yo medio que los miro como no entendiendo nada (es que no entendía nada), y les digo: están locos, llamen una ambulancia, no ven que choqué a este tipo, digo sin mirar “al tipo”. No hace falta, dijo una voz ronca. Era el tipo, me decía que no hacía falta, saca un paquetito minúsculo del bolsillo de la camisa, como si alguien llevara 12 ó 15 rockletz envueltos en un nylon. Abre el nylon, hay algo que el tipo se toma. Se toma, ¡bah!, se aspira. Se tomó un pase de merca, me salió sin querer. Se levanta de la calle, en donde estaba todavía tirado, y como si fuéramos un congreso de artesanías en el fondo de un museo porque lo están limpiando, nos ignora (porque no estamos donde tendríamos que estar, dice él) y se va tranquilo en la bici, con todo el culo raspado.
La gente me mira, es gente del barrio, pero algunos no me conocen tanto, como en el otro barrio, que si me conocían tantísimo. Algunos se van sin decir nada, y otros me gritan: ves que sos un pelotudo, no servís para nada... andá nomás, seguí con esa mierda de Fucó y la facultá!
lunes, noviembre 06, 2006
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2 comentarios:
Joder hombre! Le dio cuña al cabrón del toro!
me encantó.
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