
Ya que una de las formas de la memoria es el olvido, voy a citar de memoria: Oliveira dos veces: “quizá mi único diálogo sea con este jarrito verde” y “este verde consuelo de pobre”. Los hijos de Cordero, el paródico, matean también en la cocina, en esa hemorroide de la muerte que es el velorio. El Dr. Zama, que chupa del jarrito para engañar el estómago, esperando eso que no llega. Personaje Iseka toma mate en la pensión de los Sorias, un poco para ignorarlos, otro poco para despertarse.
En la vuelta los mates los cebaba Tosti, a quién la perversión apodó Padre Tosti. La pava era negra como lo último que hay en el mundo: el brasero la quemaba sin piedad. El brasero también estaba negro. Para prenderlo hacía falta un colchón de ramitas de sauce secas y maderitas, que en la isla sobran. Un huequito permite, en el fondo del brasero, con forma de pequeña ventana al infierno, que alguien sople cuando las ramitas crepitan. El fuego que de allí brota nunca se apaga. Cuando la temperatura del agua alcanza cierto calor, que sólo quien ceba testea, el mecanismo entra en funcionamiento. Hasta ahora, la pava permanece destapada. Llegada una cierta temperatura, el cebador coloca la tapa al revés, dejando la manijita hacia el interior de la pava. Se forma así un cono invertido. En la punta de la tapa, un agujero pequeño deja pasar el vapor del agua a punto de hervir. Es ahí cuando un chorro de agua natural se deja caer en la tapa, la cual gotea al interior de manera regular y permite, que al mismo tiempo que el agua del interior siga caliente, no se hierva. La ronda sigue y sigue, hasta que el “gracias” te vuelve, al menos para el cebador, invisible.
3 comentarios:
La ingeniería del mate isleño. Después de esta demostración de la relación armoniosa entre naturaleza y cultura no me vengan esos de chetos de Las Marías con recomendaciones facilistas en paquete fashion de Taragüí, que el agua a 84º, y esto y aquello. ¿Puede usted creer niño naranjo, que en paquete de 1 kilo (es muy rica, que va'cer) promociona la "Pava Electrónica", así, sin vueltas, traicionando el ritual irremplazable que los sabios como Martín Fierro (antes Guevara, el boxeador)y ahora ud. con bella prosa han sabido transmitir? A quién se le ocurre!! Esta posmodernidad nos quita hasta el momento de putear por una pava hervida.
Ah, también le deje un humilde comentario en LA vuelta I. Es que está tan embalado niño que me sorprendió con tanta magia.
Y si, dufre, le creo que Taragüí haga eso y mucho más. El que verdaderamente puteaba era yo, cuando había que llenar otra vez la pava de agua fría, porque era el más enano y en la isla manda el viejo: a buscar agua "pochito", me decían (porque a mi papá le dicen Pocho)(no se haga comentario alguno sobre ya se sabe quién).
Un abrazo.
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